Ella despareció y lo primero que se marchó con ella fueron sus plantas.
La casa se quedó vacía.
Su sillón deshauecado.
La derrama del ascensor incompleta.
La junta vecinal insistió en reunirse en la casa.
Allanaron la casa y el hogar
los hijos, los gritos y las desavenencias
de eso que quedó sin arreglar
lo que el notario por poderes,
hubo de repartir en su lugar.
Ella desapareció,
y lo primero que se marchitó fueron sus plantas.
La ropa que quedó tendida
corrió mejor fortuna,
el viento la meció hasta una sequedad sobrenatural;
las toallas rasparían,
las sábanas lijarían,
las fundas del cojín
anticiparían las mañanas.
Su poder se cobraría en aspereza su falta.
La casa, el sillón,
la derrama, los hijos,
tiesos o desahuecados.
La junta vecinal insistió en reunirse en su casa.
Su sillón,
alrededor de la mesa camilla
encarnaba su ausencia;
la superstición desalentaba un uso ilegítimo de su función pragmática.
No hubo tales miramientos cuando se trató de la derrama pendiente.